¿Por qué una Constitución de la Tierra?

La Constitución de la Tierra es hoy un proyecto. Su sentido político “es hacer ver que la estipulación de una Constitución de la Tierra, es decir, un sistema de límites y vínculos a los poderes salvajes de los estados soberanos y de los mercados globales, es, primero, posible, no obstante las diferencias culturales, los conflictos políticos, los potentes intereses y los prejuicios consolidados que se le opongan; y que, en segundo lugar, es necesaria y urgente, como respuesta racional y unificadora a tantas emergencias planetarias -la catástrofe ecológica, la amenaza nuclear, la miseria y el hambre de millardo de seres humanos- como están poniendo en peligro la convivencia pacífica y la supervivencia misma de la humanidad, y que solo un nuevo pacto constitucional entre todos los pueblos de la Tierra podría afrontar.” (FERRAJOLI, Lugi. Por una Constitución de la Tierra. La humanidad en la encrucijada. Trotta, Madrid, 2022, p. 127).
Vivimos en un planeta globalizado en lo económico, en lo comercial, en el consumo, en la información, en la movilidad de las personas y en tantos otros aspectos de la vida humana. Esa “comunidad global de hecho” no tiene reglas objetivas, por todos cognoscibles, que establezcan de antemano qué es lo que está permitido, qué lo obligatorio y qué lo prohibido. Sí es cierto que existe un embrión de regulación a través del sistema de Naciones Unidas y los múltiples tratados internacionales, que conforman el Derecho Internacional. Sin embargo adolece de un importante grado de inefectividad. Además, si bien se establece una relevante carta de derechos, no se establecen las garantías e instituciones para su efectiva obediencia.
En un mundo desregulado, vivimos en un “estado de naturaleza”, donde el poder del más fuerte (el más fuerte económicamente, el más fuerte militarmente, el más fuerte comunicacionalmente) impone a los demás las reglas del juego, aún al precio de la indignidad o de la muerte de miles y millones de personas.
La experiencia moderna y contemporánea de la humanidad muestra cómo los pactos constitucionales en distintos momentos de la historia tuvieron la capacidad de someter a los poderes de hecho, de otra manera despóticos, a límites y vínculos que supusieron una mejora de la vida de cada vez un mayor número de personas.
El Derecho, como sistema de normas, es eso: un conjunto de reglas comunes para regular y así hacer posible la convivencia. Su finalidad es establecer el conjunto de las reglas del juego de la convivencia. La piedra clave de esa estructura es la Constitución.
Frente a los desafíos que hoy enfrenta la humanidad, la respuesta debe ser, una vez más, a través del Derecho. Y si los desafíos son globales, la respuesta jurídica debe ser igualmente global. Se trata de conformar un sistema jurídico global, una esfera pública planetaria, a la altura de someter a reglas a los poderes de otra manera salvajes. El vértice de ese sistema es la Constitución de la Tierra.