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Image by paul mocan

¿Quiénes somos?

Somos “una Escuela de la Tierra para despertar el pensamiento    político de la unidad del pueblo de la Tierra, desaprender el arte de la guerra y promover un constitucionalismo mundial” [1]. Así comienza la presentación de “Costituente Terra”, la escuela que nace en Italia en 2020 y que inspiró la creación de nuestra organización social en Uruguay.

 

Constituyente Tierra – Capítulo Uruguay (ConTierraUy) es un colectivo de personas que viven en Uruguay, comprometidas y movilizadas en torno a la iniciativa de construir junto a los pueblos del mundo una Constitución para el Planeta.

Aspiramos a retomar el impulso fundacional de las Naciones Unidas, como pueblos resueltos a preservar a las generaciones futuras del flagelo de las guerras, las catástrofes ecológicas, las violaciones a los derechos humanos; como habitantes del mundo comprometidos con la reafirmación de los derechos fundamentales de todas las personas, la dignidad y el valor de la persona humana, la igualdad de derechos de mujeres y hombres; como sujetos individuales y colectivos decididos a crear las condiciones bajo las cuales pueda mantenerse la justicia y el respeto al Estado de Derecho en todo el orbe.

Somos conscientes del inmenso desafío que representa llevar adelante este proyecto. Sin embargo, no dudamos en impulsarlo ante la dramática encrucijada en la que se encuentra la Humanidad: o se dan respuestas políticas globales a la altura de los desafíos del presente, o la Humanidad se enfrenta a la destrucción de la naturaleza y su extinción.

Es imperioso dar respuestas urgentes para salvar al planeta “del calentamiento global y de los peligros de los conflictos nucleares, revertir el crecimiento de las desigualdades y la muerte, cada año, de millones de personas por falta de alimentos básicos y de medicamentos, resolver el drama de cientos de miles de migrantes cada uno de los cuales huye de uno de estos problemas no resueltos” [2].

 

Vivimos en un mundo en el que la economía y el mercado están globalizadas, pero no existe una institucionalidad igualmente globalizada capaz de gobernarlas. Como consecuencia de ello no existen vínculos y límites a los poderes salvajes de los mercados, que gobiernan entonces a la política en función de sus intereses de beneficios económicos. Los Estados nacionales resultan incapaces de imponerse a los poderes de hecho y se limitan -con la miranda puestas en las encuestas y las exigencias electorales- a administrar los intereses impuestos por los poderes del mercado. Asistimos así al gobierno económico de la política, que subvierte el principio del gobierno político de la economía. En esta coyuntura, los Estados nacionales son impotentes para hacer frente a los desafíos globales que ponen en cuestión la continuidad de la vida humana en la Tierra.

 

De esta forma, crece el descontento y el desapego a la institucionalidad política, jurídica y democrática. Con ello decaece la posibilidad de procesar pacíficamente los conflictos, crece la violencia, la desintegración social, el crimen organizado.

Nos enfrentamos a la encrucijada de dar un salto cualitativo en el desarrollo civilizatorio o seguir provocando un retroceso que nos conduce hacia la destrucción de la civilización y la generalización de la guerra de todos contra todos.

No aceptamos el argumento de que no hay alternativas a esta situación. La propuesta de una Constitución de la Tierra es una contestación a este argumento. Sí hay alternativas, y aquí hay una propuesta concreta que invita a la reflexión y a la acción.

Es necesario y urgente promover un proceso constituyente que retome la centralidad de la política para la resolución de la necesidades e intereses de la vida humana en sociedad, que nos devuelva la pasión por dar respuestas colectivas a los desafíos del mundo, que conforme una esfera pública e instituya la organización global capaz de dar un nuevo gobierno político en garantía de los derechos fundamentales de todas las personas y de los bienes fundamentales.

El borrador de texto de una Constitución de la Tierra [3] y su fundamentación es un disparador de la deliberación pública, para promover un proceso crecientemente colectivo de debate, intercambio y asunción de decisiones.

Es probable que esta propuesta sea considerada poco realista por muchos. Ese “realismo” escéptico legitima y hace aparecer como inevitable la deriva de destrucción que hoy sigue la globalización desregulada y salvaje.  “La verdadera utopía -nos advierte Ferrajoli-, la hipótesis más irreal, de no cambiar el modo de actuar de los hombres, está en la idea de que la realidad puede permanecer indefinidamente como es” [4]. No existe una limitación teórica o técnica que impida este salto civilizatorio. Es, sin dudas, una tarea de la política hacer visible la necesidad y alternativa racional que significa un proceso constituyente a nivel global, más allá de los estados nacionales, un constitucionalismo supranacional, un constitucionalismo de derecho público y también de derecho privado y un constitucionalismo de bienes fundamentales. La propuesta no sólo es realista, sino necesaria. El riesgo al que nos enfrentamos es llegar tarde con las respuestas, cuando ya los procesos resulten irreversibles. Por eso es imperioso actuar ya.

Una constitución de la Tierra es un pacto de convivencia pacífica sobre la base de la prohibición de la guerra y la garantía de la vida, entre los diferentes y los desiguales: un pacto de no agresión entre los diferentes y un pacto de ayuda mutua entre los desiguales.

Un constitucionalismo global, supranacional, que imponga límites y vínculos rígidos a los poderes de los mercados y de los Estados nacionales, que desarrolle las garantías para hacer efectivos los derechos fundamentales y la preservación de los bienes fundamentales, no sólo es posible sino imprescindible; no solo nos salvaría de la autodestrucción, sino que también construiría un mundo más justo.

Hoy más que nunca es necesario afirmar la esperanza y despertar la pasión política para estar a la altura de los desafíos que nos colocan en esta encrucijada. La discusión sobre un proyecto de la Constitución de la Tierra es el campo ideal para recuperar la centralidad de la política y construir las herramientas institucionales para dar respuestas a la altura de los actuales desafíos.

Para ello, para promover este debate los más ampliamente posible, para cultivar la esperanza, la razón y la pasión, queremos aportar nuestro esfuerzo, a través de Constituyente Tierra – Capítulo Uruguay (ConTierraUy). Y alentamos a otras personas y colectivos a multiplicar organizaciones locales y regionales con este fin. 

 

[1] COSTITUENTE TERRA, Chi siamo perché ci siamo, disponible en https://www.costituenteterra.it/chi-siamo-perche-ci-siamo/{

[2]  FERRAJOLI, Luigi, "Por qué una Constitución de la Tierra", disponible en: https://www.elpais.cr/2020/10/13/por-que-una-constitucion-de-la-tierra/.

[3] Puede verse su texto completo en FERRAJOLI, Luigi. Por una Constitución de la Tierra. Trotta, Madrid, 2022, pp. 137-178. También en www.constituyentetierra.uy/.

[4] FERRAJOLI, op. cit., p. 123.

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